Todo el mundo tienen una opinión

8/11/2020 ☼ silencio

Brox-KindsofSilenceBrox-KindsofSilence

Todo el mundo tiene una opinión. Y generalmente te la da sin que se la pidas. Esto no sería un problema si no fuera porque en la mayoría de las ocasiones no sabemos mucho de casi nada. Es muy difícil saber de todo: de fútbol cuando vemos jugar al Barça, de derecho penal cuando hay un juicio mediático, de cómo es la sociedad estadounidense cuando vemos que Trump tiene posibilidades de ser reelegido. Escoge un tema cualquiera y te daré mi opinión, construida en base a lo que he leído de personas que, a su vez, lo han leído o escuchado a otros, y que a su vez también se lo han leído o escuchado a otros. Así hasta el infinito y más allá.

Opinamos de oídas. Además, tenemos la capacidad de construir narrativas en torno a nuestras opiniones que nos hacen parecer una autoridad en la materia, por lo que, en el fondo, no hay necesidad de saber, simplemente hay que aparentar saber. La estética sobre la ética. Y este fenómeno se extiende como un virus, por la facilidad de acceso a la información (que no conocimiento) gracias a internet y todas sus capas en forma de servicios y aplicaciones que se han construido a partir de este protocolo tecnológico. Dar nuestra opinión es fácil, solo necesitas un móvil, una cuenta en una red social y ¡boom!, el mundo ya sabe lo que piensas.

Nos cuesta decir «No sé». Nuestro ego nos impide admitir que no sabemos de cualquier tema. Decir «No sé» es síntoma de debilidad, de fragilidad; te hace vulnerable. Si todos sabemos de todo, ¿cómo es posible que no sepas sobre Proust, los agujeros negros o la inteligencia artificial? Decir «No sé» es una derrota, la admisión de tus limitaciones. Con lo fácil que es construir un discurso vacío de contenido pero que suene convincente, y dices «No sé». Es un mundo donde la forma se ha comido al fondo; se trata simplemente de juntar palabras que tengan coherencia gramatical para parecer un experto sobre cualquier tema. Además, tu interlocutor probablemente tampoco sabrá de lo que hablas, por lo que no será capaz de rebatir tu discurso.

Lo vemos constantemente en las tertulias, en los medios de comunicación o en las declaraciones de nuestros políticos. ¿Se imaginan a un presidente admitir que no tiene ni idea de cómo combatir la pandemia de COVID? ¿Pensaríamos que es honesto por explicitar lo que los hechos han demostrado ser incontestable y evidente, o bien, por ser el responsable de tener que luchar contra ella, nos transmitiría una sensación de derrota y desasosiego? Decir «No sé» es una temeridad, y este no es un mundo para temerarios.

Deberíamos preguntarnos por qué nos da tanto miedo el silencio y estar callados. O quizás reflexionar sobre por qué necesitamos tanto ruido a nuestro alrededor. El silencio en una sociedad hiperconectada en la que recibimos constantes estímulos para captar nuestra atención es un lujo, un bien escaso. Vivimos rodeados de ruido acústico, lumínico, mental. Tenemos que procesar demasiada información por demasiados canales. Es agotador, pero la sensación es que nos refugiamos en el ruido para no estar con nosotros mismos. Estoy convencido de que veremos proliferar negocios exitosos que venderán experiencias en torno al silencio. Mientras tanto, la próxima vez que te veas tentado a romper el silencio con una opinión sin conocimiento, prueba a decir «No sé», o bien a no decir nada. Muchas veces el silencio es la mejor respuesta.